Concentrado Acción: Encuentro Latinoamericano de Performance

La performance nace como protoforma artística a fines de los 50s. y, como género en sí mismo, a fines de los 60s. Hay indicios de que algunas actividades de artistas de las vanguardias históricas, sobre todo, futuristas y dadaístas, tuvieron ya ese carácter por lo que pueden ser consideradas como pioneras. Hay toda una serie de señales que dejaron mojones históricos en su desarrollo. Uno de los primeros pudiera situarse en la creación del Black Mountain College y la labor transgresora de John Cage, a nivel de la música y de Merce Cunningham a nivel de la danza. La Action Painting de Jackson Pollock y su influencia en el grupo japonés Gutai, a mediados de los 50s., para el cual era más importante el accionar de Pollock junto a la tela que la pintura en sí misma. “El Vuelo” de Ives Klein es, también, otro antecedente valioso y sobre todo las “Antropometrías” de 1960 en donde no sabemos si la obra estuvo en los movimientos que instó realizar a sus modelos al son de la música o las telas pintadas con el azul con el que impregnaban sus cuerpos desnudos.

Al mismo tiempo el surgimiento del Conceptualismo traería el Body Art, en donde el cuerpo del artista es el objeto y el sujeto del arte y, también el Land Art, en donde el artista se transforma en una figura más del paisaje. En estos casos, el cuerpo, se transforma en el soporte artístico y se sostiene a sí mismo como mensaje estético, ya como soporte, ya como signo. El paso más importante en esta cadena fue, sin dudas, la creación del Happening, en tanto evento o acontecimiento artístico, a cargo de Allan Kaprow y otros artistas Fluxus, como Dick Higgins, Joseph Beuys y sus aktions y Wolf Vostell con sus decollages.

La performance, en sí misma, no es una corriente artística sino un soporte que puede tolerar las más diversas formas de concebir la realidad, es decir, los ismos de cualquier naturaleza. Así, aunque irreconciliables, podemos contraponer el Conceptualismo al Arte Contextual pese a que son diferentes maneras de ver el mundo. Cuando aparece el conceptualismo era claro que se trataba de un arte que nacía del arte (si aceptamos el criterio de Duchamp). Su acepción "el arte es la idea del arte" o "El arte es la definición del arte" expresado por Joseph Kosuth parecen concluyentes. Por ello se le considera como una forma de negación de la realidad (lo falible) en beneficio de la idea (lo absoluto) concepción que niega el Arte Contextual (el arte que nace de la vida) para el cual lo importante es la realidad, lo social, el sentido ético del arte. Pese a que el Contextualismo fue teorizado en 1974 por el artista y teórico polaco Jan Swidzinski, esta tendencia se venía practicando desde los 50s., sobre todo en Francia, a través de los artistas que practicaban el Situacionismo de Jules Debord; o el arte sociológico de Hervé Fisher y Fred Forest, América Latina no permaneció ajena al proceso histórico de la performance, al contrario, desde mediados del siglo XX ha ido generando propios sus precursores: desde el chileno Alejandro Jodorowsky a las extraordinarias fantasías del brasileño Flavio de Carvalho, del argentino Alberto Greco (quien encerraba a las gentes en círculos de tiza y las proclamaba "estatuas vivientes") a los Señalamientos de Edgardo Antonio Vigo y el Arte Inobjetal uruguayo de fines de los 60s. que presumía de crear sus obras mediante el "lenguaje de la acción"; desde el surgimiento del "no objetualismo" y el Primer Coloquio Latinoamericano de Arte No Objetual realizado en Medellín, Colombia en l981 a las manifestaciones artísticas que propició el neoconcretismo de Ferreira Gullar y su Teoría del No-Objeto de 1959 incluyendo su propio Poema Enterrado, los Penetrables de Helio Oiticica, los Bichos de Lygia Clark y las obras de tantos artistas emparentados por el arte de la acción. Tampoco podemos olvidar las performances e intervenciones urbanas de los precursores del Tucumán Arde argentino y las de artistas como Felipe Ehrenberg, Marcos Kurtycz, Luis Pazos, Teresa Vila, Martha Minujin, las acciones del Poema/Proceso brasileño de Wlademir Dias-Pino, Moacy Cirne, Alvaro de Sá y otros, Diego Barboza, Antonio Manuel, Guillermo Gómez-Peña, Carlos Zerpa, Víctor Muñoz, Fernando Bedoya, el Grupo Escombros, Juan Loyola y muchos más. Tampoco podemos obviar el Encuentro Latinoamericano de Arte en la Calle de 1990, realizado en Montevideo, Uruguay. Luego del gran empuje en los 70s., en los 80s. la performance se constituye en un espectáculo masivo más, a través del cine y televisión, sobre todo en los Estados Unidos, para casi desaparecer por completo en los 90s. Hubo que esperar al cruce de los milenios para que la performance renaciera a la escena artística recuperando sus improntas de origen, es decir, volviendo a ser el arte marginal, contestatario, fuera del mercado del arte, de índole underground y alternativo que siempre fue. Lentamente la performance se fue imponiendo en la escena cultural mundial y latinoamericana hasta ser, hoy día, una de las formas artísticas más efervescente y radicales en el panorama de las artes.

En nuestra región, casi simultáneamente, fueron surgiendo los eventos de performance e intervenciones urbanas. He ahí los organizados por el grupo Mínimo 9 de Buenos Aires desde 1997, con Daniel Acosta a la cabeza, los convocados por el Centro de Arte Moderno de Quilmes, Buenos Aires, en 1998; la Av-Ant Perfo, el primer evento de arte de performance internacional en Valparaíso, presentado por PerfoPuerto.org con la participación de performers americanos y europeos; la Semana de la Acción, organizada por la Fundación de Arte Contemporáneo de Montevideo, Uruguay, en setiembre 1999; los encuentros internacionales de performers en el marco de las Bienales de Poesía Experimental de México (en particular la de 1998) a cargo de César Espinosa y Araceli Zúñiga, EXPO PUERTO 2002 en Valparaíso curados por Alejandra Herrera y Alexander del Re y el Fin de Semana de la Acción, organizado por APEU, la Escuela Nacional de Bellas Artes y la FAC, en Abril de 2002 en el Molino de Pérez de Montevideo que contó con la participación de artistas uruguayos, mexicanos y españoles. Sin olvidar otros eventos de la importancia del Ciclo Internacional de Performances Proyecto Limes, 2003, curado por Ximena Narea en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Uruguay y en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires; el Festival Internacional In Transit / En Tránsito, en Santiago y Buenos Aires, en 2004, incluyendo PerfoVideo, exhibición de archivos de performances documentadas en video y el festival Excentra, organizado por el Prof. Fernando Martínez de la Escuela Nacional de Bellas Artes del Uruguay en 2004 y 2006: la Bienal Deformes organizado por Paco Rabanal en Santiago de Chile 2006 en homenaje al recientemente fallecido performer Francisco Copello y los maravillosos encuentros con artistas japoneses, dirigidos por Seiji Shimoda y con los canadienses del Inter Le Lieu de Québec, Canadá con la conducción de Richard Martel. Por fin habría que señalar muy significativamente el trabajo de Perro Rabioso de Tamara Cubas en Uruguay, las Interferencias de Silvio de Gracia en Junín, la Galería Zona de Arte de Quilmes de Gabriela Alonso, Argentina y la realización, a cargo de PerfoPuerto.org, del Congreso y Muestra Internacional de Arte de Performance en Valparaíso y Santiago de Chile, en Noviembre de 2005 con significativas secuelas culturales para toda la región. En el norte de nuestra América y en el Brasil los esfuerzos y los encuentros performáticos no han sido menores o en menor cantidad, al contrario, a ello que hay que sumar un significativo esfuerzo por documentar, atesorar y difundir las experiencias artísticas mediante archivos de registros de performances en todos sus soportes, incluyendo páginas de internet y blogs.

La generosa apertura de la performance en nuestros países ha sido de tal importancia que, al igual que en los 60s., renacen las políticas culturales hemisféricas en América Latina a través de institutos financiados por la Fundación Ford, de la misma manera que financió, junto a otras transnacionales y organismos oficiales del gobierno norteamericano, a aquel recordado Congreso por la Libertad y la Cultura que funcionó en nuestros países “hemisféricos” en el gélido período de la “Guerra Fría” con las conocidas consecuencias.

Si bien muchos de nosotros compartimos el criterio de que la performance es un arte ajena al resto de las artes escénicas (como la danza o el teatro) no podemos dejar de considerar las enormes posibilidades que aporta la experimentación y búsqueda de nuevas o distintas maneras de abordar la performance. La performance comparte con las otras artes escénicas (Performing Arts), los tres órdenes inseparables: el escenario, el público y el actuante en una confluencia indivisible. Lo que los diferencia es la función del actuante: en el teatro y otras artes, representa algo que no es él mismo (p.e., un personaje) en la performance, el actuante se presenta a sí mismo. El escenario puede ser de cualquier tamaño, desde el locus personal del artista en algún momento al universo en su totalidad. El tiempo idem, desde el santiamén a la eternidad, si fuera posible. La actitud del público definirá el carácter de la acción: si pasa a interactuar con el artista, el evento pudiera transformarse, eventualmente, en un ritual en donde existe todo un abanico de opciones que van desde la participación pasiva o mínima hasta su máxima expresión (como en las ceremonias religiosas, los bailes populares o el Happening).

Hoy día, ya establecido un circuito anual de eventos, la performance latinoamericana parece afianzarse y sus mejores exponentes se pasean por todo el mundo presentando sus trabajos en cualquier foro o espacio performático. Sin duda, los tiempos han cambiado y hoy, la performance, es un género artístico establecido y aceptado por el sistema de las artes. Los más importantes acontecimientos artísticos, como Bienales, Congresos y Galerías no han cesado de tratar de incorporarla en su rango de exhibiciones. También, a nivel académico, son muchas las Universidad o Centros de Enseñanza de las Artes que la incluyen en su panteón de cátedras. Pese a ello aún no han logrado abatir su carácter de "arte de frontera" o alternativo, fuera de los cauces habituales del arte comercial o mercantil asociados a la industria cultural. Un arte intermédico en la acepción de Dick Higgins, que desacraliza las convenciones "ya dadas" en la relación artista - sociedad, sobre todo por su índole de expresión de la conciencia social sublimada en algún momento y lugar determinado del mundo fuera de cualquier compromiso que no sea el humano. Es decir, político, para algunos, visaje de la conciencia social y, como tal, instrumento de conocimiento e intercambio de ideas e, incluso, instrumento de cambio. Para otros, un seguro camino para canalizar y resolver sus preocupaciones personales o encontrar su ser.

La fuerza expresiva de la performance, aunque parezca extraño, radica en casi todos los casos, en la imposibilidad de concretar sus propuestas, es decir, en su poder utópico. En ese vaivén entre el querer y no poder se hamacan los sentidos y las significaciones más profundas de los nuevos grupos de jóvenes performers latinoamericanos enfrentados al vacío y al silencio de los medios y las instituciones que dicen representarlos. La performance, en virtud de su naturaleza contestataria y radical, se ha transformado en una forma expresiva idónea y tenaz para trasmitir ese caudal de insatisfacción que la desigualdad e injusticia provoca en nuestras sociedades.

Clemente Padín
Curador
Montevideo, Julio 2007


Texto del Catalogo del Concentrado Acción: Encuentro Latinoamericano de Performance. Centro MEC, Montevideo, Uruguay. Del 4 al 9 de Setiembre del 2007. Curaduría: Clemente Padín. Organizado por Plataforma y el Ministerio de Cultura y Educación de Uruguay.